La horadación de la memoria
Coordinación de Vinculación, Facultad de Arquitectura, UNAM
Coordinador del proyecto arquitectónico:
César Pérez Becerril
FACULTAD DE MEDICINA UNAM / DIRECTOR: ENRIQUE GRAUE WIECHERS / JEFE DEL DEPARTAMENTO DE PROYECTOS ARQUITECTÓNICOS: ERANDI JACQUES JIMÉNEZ / AUXILIAR DE OBRA: XÓCHIHUA CHÁVEZ / PROYECTO ARQUITECTÓNICO: COORDINACIÓN DE VINCULACIÓN Y PROYECTOS ESPECIALES DE LA FACULTAD DE ARQUITECTURA UNAM / DIRECTOR: MARCOS MAZARI HIRIART / COORDINACIÓN DE VINCULACIÓN: ALEJANDRO ESPINOSA PRUNEDA / COORDINADOR GENERAL DE PROYECTO: CÉSAR PÉREZ BECERRIL / COORDINADOR DE ARQUITECTURA DE PAISAJE: ESMERALDA CASTELLANOS / JEFE DE PROYECTO: IVÁN HORACIO NÁJERA MUÑOZ, KARINA FABIOLA QUIROZ SILICEO / COLABORADORES: BIBIANA MONSIVÁIS MONTOLIU, CARLOS ADALBERTO ROMO DELGADO, JOAQUÍN AGUIRRE VALLARTA, MARTHA KARINA VERA CAMARENA, JAZMÍN LÓPEZ MURI-LLO, LOURDES DEL RÍO, LUIS ERNESTO GUARNEROS NARVÁEZ, ALBA ESTHER AGUILAR BUSTAMANTE / PROYECTO ESTRUCTURAL: SERGIO GUERRERO COY / COORDINACIÓN DE INSTALACIONES : JAIME MARTÍNEZ DEL CAMPO / COORDINACIÓN ILUMINACIÓN: NLZ INSTALA, NÉSTOR LUGO ZALETA / MECÁNICA DE SUELOS: JAIME SÁNCHEZ VILLASÁNCHEZ / COORDINACIÓN DE PROYEC-TO EJECUTIVO Y CONSTRUCCIÓN: DIRECCIÓN GENERAL DE OBRAS Y CONSERVACIÓN UNAM / DIRECTORA GENERAL: ANA DE GORTARI PEDROZA / DIRECCIÓN DE OBRAS EXTERNAS: XAVIER PALOMAS MOLINA / COORDINACIÓN DE OBRAS: JUAN CARLOS MONTOYA SALINAS / RESIDENTE DE OBRA: JULIÁN LEÓN SÁNCHEZ / AUXILIAR DE OBRA: PABLO MONTESINOS ZAMORA
El sedimento material que culturalmente define la historia de las ciudades queda de manifiesto en la memoria construida que, ya sea como forma o como información, determina en gran medida lo que para Luis Fernández Galiano constituye una permanencia morfológica.
El caso de Ciudad Universitaria puede documentar bien ese proceso. Participan los acontecimientos geológicos con la erupción del volcán Xitle y, más adelante, la definición de ese trazado urbano que plantea una reconciliación con la historia, misma que la amnesia moderna sustituyó por el concepto del progreso. Es así que los antecedentes mesoamericanos y el uso del material del lugar (la piedra braza) determinaron probablemente el desplazamiento hacia otros soportes conceptuales que derivarían en el pensamiento posmoderno de los años siguientes.
A manera de conclusión del campus, la escuela de medicina, edificio diseñado por los arquitectos Roberto Álvarez Espinoza, Pedro Ramírez Vázquez y Ramón Torres Martínez, planteó un vínculo programático que no será terminado: la liga con la zona de hospitales que sería el complemento natural de la formación de los médicos. Este hecho y la transformación demográfica de la ciudad dejarán, con el paso de los años, una condición irresuelta que articulará de manera adecuada la entrada masiva de alumnos hacia el campus desde la estación del metro Copilco.
El edificio tiene por principio una estructura que de manera lecorbusiana enfrenta dos cuerpos perpendiculares articulados por la figura de rampas, las cuales presentan una coreografía singular que le da protagonismo a esa bisagra compositiva; ahí se acentúa la relación entre los dos volúmenes que rematan el conjunto con el mural de Francisco Eppens y los parasoles del edificio principal, que se levantan ligeros sobre las columnas de concreto para darle vida al espacio público característico de esta zona. Es en este espacio donde el relato se enfrenta con el presente.
Sometida a una serie de necesidades derivadas de la gran cantidad de usuarios que diariamente la ocupan, la Ciudad Universitaria pone en juego dos condiciones que nos obligan a reflexionar sobre la vitalidad de un monumento subordinado a un uso permanente. A su vez, como parte de la declaratoria de la Unesco, también implica restricciones que hacen más delicada su intervención.
Las intervenciones posteriores al esquema original del campus universitario han tenido diferente fortuna. La cafetería, sala de tutorías y profesores de la Facultad de Medicina ponen de manifiesto lo que en varios edificios se impone como una necesidad de ampliación natural de las actividades propias del campus.
Si bien la “espalda” resultante del esquema original de la facultad presentaba una relación difícil con la gran bolsa de estacionamientos de Ciudad Universitaria, el auditorio hace frente en su aislamiento, a través de su estructura abocinada, a los posibles accesos al campus desde el oriente. Actualmente, la mediación vegetal con los otros edificios se ve trastocada por el nuevo objeto diseñado por la Coordinación de Vinculación de la Facultad de Arquitectura y la Dirección General de Obras de la UNAM con la dirección del arquitecto César Pérez Becerril.
El resultado obedece a una gestión singular que logró la autorización de la Unesco para construir el que será el primer edificio sobre el campus posterior a la declaratoria de Ciudad Universitaria como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Las condiciones implican, a decir de los autores, un respeto por los lineamientos originales que definieron el diseño de Ciudad Universitaria y su contexto.
Repartido en cuatro actividades principales, el programa responde con dos niveles a los requerimientos de un espacio para cafetería de la facultad, sala de tutorías, de profesores y un área de publicaciones que complementa una librería como resultado de las actividades previas del edificio demolido.
Colindando al norte con el estacionamiento de servicio y los laboratorios, y al sur con la plaza de acceso, la ubicación de este nuevo edificio obedece al sitio que originalmente ocupaba la librería y cafetería como cuerpo añadido, en un afán pretendidamente homogeneizador de las estructuras originales. Más cercano a un apéndice del edificio B que cierra la parte norte del conjunto,
Dispuesta en dos sentidos, esta permanencia se construye a través del zampeado de piedra volcánica que, más allá de servir como pavimento respetuoso del lenguaje del campus, integra el espacio abierto del conjunto al edificio que se “acomoda” en su nueva ubicación a partir de las horadaciones que penetran y dan paso a los diferentes usos. Esta operación permite cierta libertad para dislocar el objeto desde su base sin que altere el alineamiento de la estructura visible de la construcción que alberga la cafetería como elemento protagónico.
Esta aparente oposición formal entre el arranque pétreo del edificio y la estructura metálica del remate, abre en cierta medida la reflexión de su autor principal para entender su estrategia proyectual. Sin conceder recursos mnemotécnicos para hacernos ver que estamos en Ciudad Universitaria, el diseño tensa la relación con el conjunto hasta resolverla de la manera siguiente:
A partir de su emplazamiento, el edificio concentra en la planta baja (sótano) las actividades del programa que requieren una mayor privacidad las aísla entre los muros de piedra y la excavación que tiene en el área de publicaciones el basamento del cuerpo principal del edificio. Hacia el sur se abren dos brazos (la sala de tutorías y de maestros) que limitan la rampa de acceso para llegar hasta el cuerpo principal del edificio, donde está el área de publicaciones; estos brazos se desplazan de manera natural entre el nivel de acceso y la rampa a través de jardines rocosos que median con la plaza y que resuelven las vistas, la iluminación y la ventilación natural sin exponer las actividades del interior.
Al centro, el área de publicaciones remata en el muro de piedra que sirve de límite con el estacionamiento y el área de servicios que alimenta ala cafetería en el primer nivel del edificio alcanzando la cota cero del conjunto. Este recurso resuelve el tema del protagonismo al concluir en dos niveles la obra sin rivalizar con los edificios vecinos.
El contraste mayor aparece con el volumen de la cafetería que intenta reconciliar las preocupaciones autorales del coordinador del proyecto, César Pérez Becerril, y que hacen evidente un lenguaje que tiene como vehículo principal la ex posición de la estructura como respuesta expresiva del objeto. Esta condición se hace evidente en otras piezas hechas por el mismo arquitecto. El edificio de Posgrado de la Facultad de Derecho, la papelería Hiperlumen de Relox o el Centro de cómputo y resguardo documental del IFE presentan una coreografía estructural que intenta deconstruir el objeto a base del desplazamiento de planos para hacer visibles las pie-zas que sustentan el edificio. De este modo se confronta al usuario -acaso espectador- a un acontecimiento donde el material, dobles pieles y cerramientos, son el recurso que nos obliga a poner atención al detalle. Esta vez, el cuerpo de la cafetería se abre en dos direcciones, la que enmarca el eje oriente-poniente del campus volando de manera dramática la cubierta del edificio para definir el acceso; y al sur, donde aprovecha un procedimiento recurrente en otros edificios del campus y de la misma facultad: una doble piel que a través de una serie de placas metálicas abatibles responden a diferentes momentos para ser y no ser protagonistas de la escena.
Tanto el volumen de la cafetería, como el de los servicios sanitarios dan cuenta de que la intervención se integra con la vegetación preexistente. Las jacarandas, los truenos y cedros de la ahora plaza de acceso devienen actores fundamentales del proyecto al respetar su preexistencia y dialogar con la cubierta del edificio, la cual, a manera de terraza, concluye el programa para completar la narrativa original que determina el campus universitario.
El resultado tiene actitudes distintas que permitirán, a la larga, formas de apropiación; ya desde la caja metálica y hermética, ya desde la apertura total que se abre a la plaza, guardará una información material que servirá como pretexto pedagógico en más de un sentido.
Sobre este concepto, léase el libro de Luis Fernández Galiano,
Brillantemente resuelto con los auditorios, que sirven de soporte para el mural de Francisco Eppens